01 febrero 2011

Kaia

Kaia lloraba todas las noches desde que perdió su peluche, ese con el que siempre se metía en la cama, su fiel consejero y abrigo en las noches frías. Kozma, que así se llamaba, había estado a su lado desde que ella recordaba, siempre sonriendo y apoyándola en todas las pequeñas decisiones que Kaia había tenido que ir tomando a lo largo de su, de momento, corta vida. Obviamente Kozma no podía vivir eternamente, nadie puede. Pero esto, Kaia no lo sabía, hasta que lo supo. Comprendió entonces que la vida no era el cuento de hadas que siempre le habían contado, que no existía la plena felicidad ni la eterna tranquilidad, que cada uno debe cuidarse a si mismo antes de nada y que si bien no existe una "felicidad per sé", si existen momentos felices. Empezó entonces a darse cuenta de que aquellas personas que encuentran esos diminutos placeres y nimias costumbres que animan el alma, eran, por decirlo de alguna manera, mas felices que el resto. Tomó la decisión de regar sus pequeñas parcelas de felicidad a diario, de ser ella quien decidiera cómo quería levantarse y afrontar el día, de tener la fuerza y valor suficientes como para intentar controlar los malos momentos a base de pequeños chutes de risa, de subirse en una noria y girar girar y girar :)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Just you. Me encanta.

Antonio dijo...

Gracias, quienquiera que seas :)