07 febrero 2011

Playlist

Un día cualquiera, de esos que aparentemente pasarán desapercibidos, Teseo aprendió a nadar en un mar que siempre había visto de lejos. Empezó a experimentar cosas que hasta entonces pertenecían a otros, cosas que siempre había oído como las mas sublimes que un individuo puede experimentar, momentos de entrega compartida que le introducían en el saco de los que van a cenar en número par. Teseo era feliz, no miraba atrás, su pasado individual había sido aplastado por su presente en pareja, ya nada podía con él, ahora soñaba por la noche, no por el día, ahora tenía a quien hacerle regalos sin esperar el cumpleaños, ahora guardaba y etiquetaba fotos en las que siempre había sol. Teseo tenía una nueva banda sonora que había construido con orgasmos y gemidos junto a Dysis, como una enredadera de sentimientos que crecía crecía y crecía, floreciendo cada día más, trepando por las paredes de la soledad y convirtiendo éstas en lienzos de notas que formaban preciosas sinfonías. Siempre se lo habían dicho: No te preocupes Teseo, algún día llegará. Ahora miraba atrás y esbozaba una sonrisa de complicidad con él mismo, riéndose de sí y de la poca ilusión que tenía tiempo atrás. Dysis lo era todo, y le entregaba todo sin que él se lo pidiese, ella era lo que sin saberlo, había estado buscando. Habían conectado, habían conseguido convertir el calendario en un conjunto de recuerdos alegres, le habían puesto música a todo lo que les rodeaba. Todo, por fin, empezaba a funcionar…. Sin embargo, lo que realmente había conseguido Teseo era esconder la verdad, y antes o después, siempre acaba aflorando. Un día cualquiera, de esos que aparentemente pasarán desapercibidos, Dysis le dijo que se iba, sin más, como se dejan las cosas que ya no interesan. Como les pasa a todos los que niegan la verdad, Teseo se pasó meses ahogandose en ese mar por el que ya no conseguía nadar, meses viendo como las hojas de aquella madreselva sonora caían día tras día al suelo, tachando, no marcando, días del calendario. Esto le hizo llegar a entender que nada, por muy brillante que sea, brilla para siempre, que todo fuego, antes o después se termina apagando, que todo lo que tiene un principio, tiene un final, y que negarlo, es aferrarse a una idea que traerá mas problemas que beneficios, que existen momentos, que hay etapas, pero que intentar aplazar el final es cegarse ante la realidad. :)

02 febrero 2011

Ciudades

Después de un par de horas de avión y una media hora de tren, Nestor había llegado a la que sería su ciudad durante los próximos siete meses. Había leído mucho sobre la que decían que era la ciudad eterna, había visto una enorme cantidad de fotografías y vídeos, había recorrido virtualmente las calles que debería transitar a diario, y aquellas que tenía pensado patear los fines de semana. Cuando puso los pies en el suelo de la estación empezó a caminar de la misma forma que siempre, sin prestar mucha atención a lo que le rodeaba, pues en el fondo las estaciones pobladas de viajeros, transeúntes y gente de paso, no se diferencian mucho unas de otras. Al salir a la calle todo cambió. Su cuello se estiró y su barbilla ascendió, empezó a mirar hacia arriba, para ver el verdadero perfil de la ciudad, a escudriñar cada uno de los rincones, colores y olores que divergían tanto de lo que, virtualmente, había visto. Mirando hacia arriba, como se miran las ciudades nuevas, anduvo durante mas tiempo del que tenía pensado y se dio cuenta de que no solo no conocía su nueva ciudad, sino de que quizá, su ciudad de siempre, la que había dejado hacía unas horas, se había convertido también para él en una ciudad desconocida, en una ciudad, que por el ritmo diario, había recorrido una ingente cantidad de veces, pero mirando al suelo, con la cabeza gacha, perdiéndose un gran número de detalles por creer que ya los conocía. Pasaron siete meses y Nestor volvió, pero al llegar, empezó a recorrer de nuevo su ciudad, esta vez, mirando hacia arriba, como se miran las ciudades nuevas …

01 febrero 2011

Kaia

Kaia lloraba todas las noches desde que perdió su peluche, ese con el que siempre se metía en la cama, su fiel consejero y abrigo en las noches frías. Kozma, que así se llamaba, había estado a su lado desde que ella recordaba, siempre sonriendo y apoyándola en todas las pequeñas decisiones que Kaia había tenido que ir tomando a lo largo de su, de momento, corta vida. Obviamente Kozma no podía vivir eternamente, nadie puede. Pero esto, Kaia no lo sabía, hasta que lo supo. Comprendió entonces que la vida no era el cuento de hadas que siempre le habían contado, que no existía la plena felicidad ni la eterna tranquilidad, que cada uno debe cuidarse a si mismo antes de nada y que si bien no existe una "felicidad per sé", si existen momentos felices. Empezó entonces a darse cuenta de que aquellas personas que encuentran esos diminutos placeres y nimias costumbres que animan el alma, eran, por decirlo de alguna manera, mas felices que el resto. Tomó la decisión de regar sus pequeñas parcelas de felicidad a diario, de ser ella quien decidiera cómo quería levantarse y afrontar el día, de tener la fuerza y valor suficientes como para intentar controlar los malos momentos a base de pequeños chutes de risa, de subirse en una noria y girar girar y girar :)